!SOCORRO...quiero un trabajo¡
Sabemos de las dificultades concretas que sobrevienen al momento de intentar conseguir un empleo acorde a nuestras competencias y habilidades. Hablamos en ese sentido de cargos donde, en principios, requieran de la intervención de un Licenciado en Comercio Internacional y que cuando de postulantes se trata, vemos azorados como se entremezclan para aplicar, candidatos de disciplinas variadas. De un modo parecido esta situación impacta en el ejercicio de la profesión liberal. Tanto profesionales como técnicos y prácticos ajenos a nuestra actividad, promocionan servicios del ámbito exclusivo de nuestras incumbencias, haciéndolo con total naturalidad y sin ponerse colorados. Publican avisos destacados, diseñan su site web, entre otras formas de darse a conocer, dejando de lado la misma ética que, de un modo laxo, sus Consejos y/o Colegios y/o Centros que los nuclean, la utilizan para “limpiar” el campo de malezas y así poder extender la frontera laboral a costa de nuestra oferta.
Es así que fuentes de trabajo se pierden día a día y frustran las esperanzas de muchos de los recién graduados, agregando a la lista, profesionales experimentados. Circunstancias como las descriptas los empujan a conformarse con un simple puesto en la recepción de una Pyme, en un call-center de una empresa de celulares, en la caja de un supermercado o como promotores de servicios bancarios en una entidad financiera, entre otros. Reflexionan y se preguntan: ¿Tantos años de estudio para esto? Al extremo y ya resignados, piensan descolgar sus títulos y ponerse el overall de aprendiz para así redimir el terrible pecado original que representa no poseer experiencia previa alguna.
Tal vez parte del problema lo tengamos nosotros por no alentar la asociación entre colegas para que actúe en defensa de estos atropellos, pero en verdad es poco lo que se conoce de nuestro expertise (en la esfera pública como en la privada) y mucho mas grave aún, apenas concluida la carrera de grado nos damos las espaldas y peregrinamos solitariamente en busca del milagro: que un empleo nos caiga del cielo. Por cierto hoy en día un trabajo acorde a nuestras expectativas escasean, en parte, como ya dijimos, porque otras profesiones invadieron ámbitos propios al mejor estilo “Veni, Vidi Vici ” del Cónsul Romano y en parte tal vez, porque no supimos concientizar a los empresarios Pymes de lo necesario que sería nuestra intervención para su crecimiento, por razones variadas que cada uno encontrará (baja autoestima, poco marketing -autobombo -, no asumir riesgo, conformismo, falta de oportunidades o lo que sea).
Esta realidad se viene agudizando últimamente y si bien, desde el seno de la profesión se advierte preocupación, observamos que sólo existen casos aislados que mantienen una lucha incipiente por jerarquizarla y por liberar espacios a los empujones entre quienes, como ya dijimos, detentan títulos y honores dentro de nuestros ámbitos de actuación profesional. Desafiantes a toda norma resolutiva que emane del Ministerio de Educación en cuestiones de incumbencias o de otros códigos regulatorios, afinan sus destrezas, alistan sus tropas y prestos van directo a la conquista de territorios ajenos para plantar banderas para luego instalarse y vender nuestro producto a costo cero.
Colegas... si pensábamos que ya habían desaparecido de la faz de la tierra aquellas épocas pretéritas de usurpaciones “a lo criollo” , saquemos entonces patente de crédulos porque mal orientados estábamos. Todos estas tropelías se reeditan constantemente hoy... en el presente... y nosotros meros espectadores escondidos detrás de las bambalinas observando a quienes organizan y disfrutan de sus funciones en proscenios prestados.
Para desentrañar esta problemática debemos en primer lugar reconocer su complejidad para luego ir en búsqueda de soluciones apropiadas. En ese sentido viene bien poner la lupa sobre algunas de las causas que generan estos avatares en el inicio de nuestra vida profesional. Una vez desentrañadas podremos ensayar algunas respuestas que alberguen posibilidades de cambios futuros. Por lo pronto echemos una mirada sobre la universidad, institución transmisora de conocimientos y de formación académica. ¿Podría estar ausente o ajena a la problemática planteada?
Si releemos pasajes del documento del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN): “Las Universidades Públicas en el Año del Bicentenario” (*) nos encontraremos con estas afirmaciones:
“ (...) proponer las continuidades y los cambios necesarios para poner a nuestras universidades de cara a los desafíos de hoy. Las experiencias internacionales muestran que no existen casos donde las universidades hayan estado ausentes en la definición y construcción de modelos de sociedad integrado y productivos. Por un lado, porque la ciencia, la tecnología y el conocimiento en general desempeñan un papel cada vez más relevante en la definición de dichos modelos; por otro, porque en las universidades se forman buena parte de los líderes y cuadros dirigentes.”
Como vemos, las universidades asumen su función principal como formadoras de “... buena parte de los líderes y cuadros dirigenciales” y para ello deben moldear, como cual artista que cincela un mármol, toda potencialidad del profesional que llevamos adentro, imprimiéndole códigos éticos, morales y sociales como pilar basal del ser humano y también brindándole la formación de la especialidad elegida, en resumen: la materia prima que hará de nosotros verdaderos agentes de cambio dentro de la economía que espera y necesita de nuestra actuación. Podremos así intentar multiplicarla en pos del crecimiento país y de su gente. Es el desafío que debemos tomar a modo de mandato indelegable, generando democráticamente, espacios de discusión e ideas donde seamos partícipes directo del nuevo paradigma que merece nuestra profesión.
Si en el mientras tanto la etapa de inserción laboral se sigue demorando, quizás los actores académicos tendremos que replantearnos, entre otras variables, si “el perfil que le quisimos dar al egresado está acorde a las necesidades del mundo empresarial y de la demanda social”; si “los contenidos de los planes de estudios han tenido en cuenta esas circunstancias y sea hora de remozarlos”; si “debemos pensar ya en un modelo de formación diferente, colocando en una plataforma común modalidad, materias, profesores y alumnos que interactúen”; si “necesitamos de un espacio curricular dotado de recursos y herramientas, a modo de “simulador”, para aplicarlos al ejercicio profesional del futuro graduado”; si “la práctica laboral externa supervisada desde la universidad sería también parte de la solución” y otras alternativas que se irán agregando a lista.
Claro está, que participando y comprometiéndonos día a día, podremos soñar con tener un trabajo digno que nos espere a la puerta de la universidad una vez egresado de la misma. Para ello debemos darle “entidad” a nuestra profesión, es decir, que sea ampliamente conocida por lo que podamos hacer en base a la competencia y capacidad. Para ello tenemos que ser claros cuando nos pregunten: ¡¿Uds... los licenciados en Comercio Internacional, qué son o qué hacen?! Somos los que posibilitamos negocios en la esfera mundial acercando a las partes y los hacemos luego de: haber investigado mercados, participado de misiones y ferias comerciales, cerrado alianzas con proveedores de logística y de despacho aduanero, asesorado a Pymes exportadoras o a punto de serlo, entre otras de las tantas gestiones sustantivas que a diario nos demandan, más allá de la capacitación permanente a la cual nos disponemos constantemente.
Pero para nuclear la voluntad de todos los graduados y proyectar consecuciones concretas y definitivas, debemos pelear por nuestro propio consejo profesional. Para ello hay que dar batalla en todos los rincones con convencimiento, actitud y firmeza, y ciertamente es la organización la que nos servirá de escudo para alcanzar los objetivos de jerarquizarla. No necesitamos de “registros especiales” de otros entes profesionales que a manera de “convidados de piedra” nos den la colegiación pero no el derecho político de poder ser candidatos para ser parte de la comisión que los preside. Esto nada cambia. Seguimos siendo profesionales de segunda o como comúnmente nos denominan: “graduados con títulos no tradicionales”. ¿Qué tenemos que esperar para convertirnos en “graduados tradicionales”?... ¡¿20 años más?!
Señores profesionales del resto de las disciplinas, ninguno de nuestros colegas han desvalorizado vtro. trabajo ni menos invadido vtros. territorios... Por favor no continúen haciéndolo con nosotros.
Para diseñar los modelos de cambio propuestos en los ámbitos académicos se requieren de líderes y no de falsos profetas. Apelamos para que así sea, a graduados criteriosos que lleven adelante propuestas de largo alcance, con colegas que defiendan sus incumbencias y campos de actuación, pero sobre todo, que repelan, sin pudor ni temor, toda artimaña que desnaturalice la práctica de estas variables. que son la substancia que le dan sustento a nuestra profesión De ser así, estaremos en vía de jerarquizarla y saldar por cierto, la deuda que tenemos con ella. Luego de esto, insertarnos laboralmente, será como ponernos las medias antes de salir por la mañana.
Hasta la próxima.
Mario D'Angelo - Editor Graduados iCom